martes, 13 de septiembre de 2011

Una lista sin excepciones. Anticapitalismo en el siglo XX-XXI

Estoy leyendo estos días un libro (muy recomendable) de Carlos Fernandez Liria y Luís Alegre Zahonero (aquí para descargar) sobre la posibilidad de una transición pacífica hacia un pleno estado de derecho socialista y como esta vía ha sido sistemáticamente boicoteada por el imperialismo americano (y en menor grado europeo) y quería citar varios pasajes que me han parecido muy interesantes:

Todas las cuestiones políticas de importancia han sido y son decididas en la arena de la economía y no en lo que se supone que son las sedes de nuestra instancia política, es decir, en el Parlamento (lo mismo podría decirse, a otro nivel más global respecto del patético papel que siempre ha jugado la Asamblea General de la ONU). Al Parlamento se le ha dejado hacer mientras no ha decidido nada que contradijera los intereses de las corporaciones económicas que en cada caso tuvieran la sartén por el mango.
En algo, al menos, no cabe duda de que tenía razón Carl Schmitt: el poder no lo tiene quien lo ejerce, sino quien te puede cesar por el uso que hagas de él al ejercerlo. Y esta ha sido nuestra historia: las corporaciones económicas han cesado al Parlamento cada vez que este ha decidido algo que no les convenía. Y lo han hecho mediante operaciones económicas y políticas a gran escala, armando ejércitos, dictando bloqueos, chantajes y represalias económicas o, sencillamente, bombardeando el Parlamento, invadiendo países, financiando golpes de Estado.
En este mundo no ha habido Estado de Derecho o Democracia más que en los estrechos límites en los que la llamada instancia política se ha plegado a unos intereses sobre los que el Parlamento tenía vedado discutir o legislar. Así, la Democracia ha sido siempre el paréntesis entre dos golpes de Estado. Un paréntesis que ha durado tanto como ha durado la voluntad política de no legislar sobre nada de importancia (al menos en el terreno económico), de modo que, a fin de cuentas, lo que se celebraba y se ha celebrado como Democracia no ha sido, en realidad, más que la superfluidad y la impotencia de la instancia política.

La historia del siglo XX lo ha demostrado minuto a minuto. Con la democracia en el siglo XX ha pasado lo mismo que con los aranceles en el siglo XIX, cuando una milésima de proteccionismo bastaba para desatar una invasión, aunque fuera preciso para ello masacrar a poblaciones enteras. [...]en todo el siglo XX, no podemos poner ni un solo ejemplo de una victoria electoral anticapitalista que no haya sido seguida de un golpe de Estado o de una interrupción violenta del orden democrático, ni un solo ejemplo en el que se haya demostrado que los comunistas tenían, pues, derecho a ganar las elecciones.

Lo que pasó en España en 1936 es quizás el caso más paradigmático, porque ocurrió, además, ante la mirada impertérrita de un mundo que caminaba hacia el abismo. Luego vinieron 40 años de dictadura: medio siglo para expiar una irresponsabilidad de los votantes, que habían votado a quien no debía ganar.
En 1944 Juan José Arévalo ganó las elecciones en Guatemala e intentó sacar adelante un Código del Trabajo que legalizaba los sindicatos. La United Fruit Co. financió durante su mandato treinta y dos intentos de golpe de Estado. En 1951, ganó las elecciones presidenciales Jacobo Arbenz, con un sesenta y cinco por ciento de los votos (65%). Esta vez (1954), EEUU invadió Guatemala. Eisenhower declaró (nueve años después): "Tuvimos que deshacernos de un gobierno comunista que había asumido el poder". La historia de Guatemala en adelante es sufi-
cientemente conocida.

Indonesia 1963: Willian Kintner (un antiguo mando de la CIA) declara en Pensilvania: “Si el Partido Comunista Indonesio es capaz de mantener su existencia legal, es posible que Indonesia pueda ser el primer país del Sudeste Asiático que sea tomado por un gobierno comunista de base popular y legalmente elegido”. No son deslices retóricos ocasionales; es la norma misma: cuando los comunistas ganan legalmente las elecciones no es que las ganen, es que “toman el país”. En esos momentos, Sukarno gobernaba Indonesia. En realidad, era un nacionalista
moderado que en 1948 había reprimido muy duramente una reforma agraria apoyada por el Partido Comunista, causando 36.000 muertos. Pero “la amenaza de que ganara legalmente el Partido Comunista” llevó a EEUU a imponer un bloqueo y organizar el golpe de Estado del general Suharto (1965): según la CIA murieron 250.000 personas. Según Amnistía Internacional, bastantes más de un millón.

Brasil, 1961: Joao Goulart gana las elecciones en 1961. Era un anticomunista declarado, pero inmediatamente, la CIA informó a Kennedy de que pretendía subir el salario mínimo oficial, lo que le hacía sospechoso de ultraizquierdismo. Durante los años 1961-63, EEUU bloqueó Brasil y aumentó la ayuda militar a los militares golpistas, hasta el golpe de Estado de 1964.

Chile, 1973: la historia es conocida; hay que advertir, sin embargo, que el golpe de Pinochet venía con retraso; la embajada USA lo había intentado ya el mismo día en que Allende ganó las elecciones, antes de que este tomara posesión. Mucho más tarde, tras dieciséis años de una dictadura inaudita que había puesto remedio al desliz de que ganaran las elecciones quienes no tenían derecho a ganarlas, se declaró que los tiempos ya estaban maduros para la transición y para la consiguiente resurrección de la democracia, aunque, eso sí, bajo la citada amenaza de Pinochet, a la cual, por cierto, había añadido, “si me tocan a uno solo de mis hombres, se acabó el Estado de Derecho”.

La lista puede ampliarse:
Irán, 1953: un intento de nacionalización del petróleo se traduce en un bloqueo, un golpe de Estado y una matanza.
República Dominicana, 1963: Juan Bosch Gaviño fue elegido por un cincuenta y nueve por ciento de los votos (59%). Un golpe y una invasión de marines USA que causó miles de muertos le desalojaron del poder.
El caso de Haití es estremecedor. En 1990, Aristide, un teólogo de la liberación, se presentó en el último momento a las elecciones, tras escapar a varios intentos de asesinato por parte de la policía heredera del dictador Duvalier. Obtuvo el sesenta y siete por ciento de los votos (67%), frente al catorce por ciento (14%) que obtuvo Marc Bazin, el candidato de EEUU, que era un antiguo funcionario del Banco Mundial. Un mes después, un golpe de Estado puso remedio a la situación.

Aristide había propuesto aumentar el salario mínimo de 1,76 a 2,94 dólares por día. La Agencia para la Inversión y el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID) se opuso a esta propuesta, diciendo que significaría una grave distorsión del costo de la mano de obra. Las sociedades estadounidenses de ensamblado radicadas en Haití (es decir la casi totalidad de las sociedades extranjeras) concordaron con el análisis de la USAID y, con la ayuda de la Agencia Central de Inteligencia, prepararon y financiaron el golpe de Estado.
En el año 2000, Aristide volvió a ganar las elecciones, por lo que se hizo necesario otro golpe de Estado en julio de 2001, que, como fracasó, hizo necesario otro más, en diciembre de 2001, que fracasó también, por lo que se recurrió a bloquear todas las ayudas del Banco Interamericano de Desarrollo y todos los créditos del FMI, hundiendo la economía haitiana en un abismo sin fondo. Finalmente, en el 2004, se produjo por fin un golpe de Estado capaz de triunfar, con la complicidad, por cierto, de toda Europa (y del mismísimo Régis Debray, el legendario asesor del Che Guevara). Así pues, en cuanto se haya matado a todos los que tengan el propósito electoral de subir el salario mínimo de las Alpha Industries, en Haití se podrá restaurar, sin riesgo, el Estado de Derecho. A un año del golpe, en abril de 2005, algunas organizaciones de derechos humanos cifraban en 10.000 los ciudadanos asesinados.

En Colombia se inventó otro sistema que con vistas a la aplicación de la misma “ley incontrovertible de la democracia bajo condiciones capitalistas de producción” daba también un resultado muy eficaz: ir matando a los candidatos de izquierdas que podían ganar las elecciones  antes de que estas se celebraran. Es lo que pasó con la Unión Patriótica (UP) a partir del  momento de su fundación en mayo de 1985. Se trataba de un intento de avanzar por la vía parlamentaria hacia la reconciliación nacional y la transformación estructural de la realidad de
Colombia.
Desde el mismo momento de su aparición a la luz pública, los simpatizantes y militantes de la UP empezaron a ser asesinados. A día de hoy, la cifra de asesinados supera los cinco mil. El candidato a la presidencia Jaime Pardo Leal fue asesinado en 1987. Lo mismo ocurrió con Bernardo Jaramillo-Ossa, en 1990. En 1994, fue asesinado el senador Manuel Cepeda-Vargas, el último parlamentario que le quedaba a la UP. Antes de él, se había asesinado a ocho de sus diputados. Los alcaldes y concejales asesinados se cuentan por centenares. En  algunas ocasiones, en una misma localidad, se ha llegado a asesinar a cuatro alcaldes seguidos de la UP. En los últimos diez años han sido asesinados en Colombia 12.000 sindicalistas y dirigentes políticos legales. Así pues, bastante razón tenía el comandante del ELN, Milton Hernández cuando a la pregunta “¿Qué es lo que lleva a un sacerdote a tomar las armas?”, contestó: “En Colombia tenemos un decir: es más fácil y muere menos gente si montas una guerrilla que si montas un sindicato”
 
Las ejemplificaciones de esta ley histórica tan menospreciada por los historiadores del siglo XX pueden seguir enumerándose. Bolivia, 1980: el Partido Comunista, a través de la Unidad Democrática Popular, gana las elecciones con amplitud. Esta vez, el General Meza se ocupó de enderezar el curso de la democracia.
También habla de Nicaragua y la revolución sandinista, cuya contrarrevolución fue financiada por los EEUU con el dinero de la venta de armas en el conflicto Irak-Iran que incluso obtuvo la condena de la Corte Internacional de Justicia por actividades como la destrucción de centros de salud, educación, transmisión de energía e incluso el minado submarino de sus aguas, que acabaron con la vida de más de 38.000 personas.

Tras hablar de todo esto llega el intento de golpe de estado en Venezuela en 2002 (apoyado desde el primer momento por las potencias occidentales y sus empresas mediáticas, incluído nuestro presidente por aquél entonces, el señor Aznar) y de la red Gladio que operaba en Europa para evitar la victoria de un partido comunista que decantara la balanza hacia el bloque soviético:

En 1948, en Italia, el partido comunista podía haber ganado las elecciones. Pero hoy sabemos que EEUU tenía prevista una intervención militar en Italia en caso de que esto ocurriera. La doctrina Truman defendía que cualquier país amenazado por los comunistas sería ayudado por EEUU. Bajo esta amenaza, los gobiernos belga, francés e italiano se deshicieron de los ministros comunistas entre marzo y mayo de 1947.

En los años 50, la OTAN, la CIA y varias agencias de inteligencia europeas crearon la red Gladio, que operó clandestinamente en toda Europa hasta que, en agosto de 1990, Giulio Andreotti desveló el secreto de esta organización al Senado italiano. Gladio constituía un auténtico ejército de miles de hombres inicialmente encargados de organizar una guerra de guerrillas en caso de invasión soviética en Europa occidental. Ahora bien, en el momento en que esta hipotética invasión dejó de ser verosímil, la red Gladio asumió otro objetivo más prioritario: contrarrestar el crecimiento electoral de partidos comunistas o fuerzas de izquierda capaces de influir sustancialmente en el escenario político.
La OTAN consideraba a los partidos comunistas y socialistas europeos como el “enemigo interior”. En Italia, por ejemplo, el Partido Comunista había llegado a ser el más fuerte del Parlamento y amenazaba con estar en disposición de dominar los destinos políticos del país. Los medios que se pusieron en juego para evitar este desenlace electoral todavía no han sido enteramente desvelados, pero los que ya han salido a la luz son suficientemente espectaculares, pues incluyen, al parecer, cuatro tentativas de golpe de Estado en Italia, centenares de muertos en la oleada terrorista que traumatizó Europa durante los años 1970-80, alianzas con organizaciones fascistas y de extrema derecha, vínculos con la mafia y la delincuencia internacional, escándalos financieros que salpicaron al Banco Ambrosiano, etc. Las conexiones de Gladio con la matanza de la estación de Bolonia en 1980 están prácticamente probadas. Según el ex agente de Gladio Vicenzo Vinciguerra, el objetivo era:
Atacar a civiles, mujeres, niños, gente inocente, gente desconocida que era totalmente ajena a cualquier actividad política. La razón era bastante simple: obligar a la opinión pública a exigir mayores medidas y controles de seguridad, asustarla para que apoyara el otorgamiento de poderes a los responsables del gobierno y a sus amigos de las elites políticas y económicas, aprovechar para culpar de las matanzas a elementos subversivos izquierdistas o a otros opositores políticos, demonizar a los enemigos señalados..
Pero lo más interesante es un documento del Pentágono que ha sacado a la luz el investigador Daniele Ganser. Se trata de un Field Manual (“manual de campo”) en el que se teoriza la metodología para lanzar ataques terroristas en naciones que “no reaccionan con la suficiente efectividad contra la subversión comunista”. El manual no se muerde la lengua al señalar que la amenaza más peligrosa se produce cuando los grupos izquierdistas “renuncian al uso de la violencia” y se implican en el proceso democrático. Es entonces cuando “la inteligencia militar estadounidense debe tener los medios de lanzar operaciones especiales que convenzan al gobierno y a la opinión pública del país en cuestión del peligro real que supone la insurgencia”. Todo ello, por supuesto, “en el más absoluto secreto”, se explica en el manual.
Gladio no sólo operó en Italia. La red operó igualmente en Francia, la República Federal Alemana, Austria, Luxemburgo, Holanda, Noruega, Suecia, Bélgica y Suiza. En 1984 el ala turca de Gladio se involucró activamente en la lucha contra el separatismo kurdo.

Como podemos ver, nuestra ilusión de estado de derecho no es más que eso, una mera ilusión. Si los medios de contol (veasé medios de "información" de masas) fallasen y se diera el caso de que una mayoría de habitantes de un país se desencantaran con el capitalismo y la verdadera izquierda anticapitalista ganase en las urnas ya hemos visto lo que ocurriría. Como dice Nega en una de sus canciones: "Si el control mediático falla sacarán a los tanques".

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